febrero 06, 2007

¡y lo logró!

ayer en la tarde el aikidoka consiguió escabullirse de sus obligaciones laborales y se subió a un autobús atestado (en el que se sintió como una sardina en lata) para llegar a tiempo al dojo. antes de tiempo incluso, ya que el autobús se demoró menos de lo que había calculado, lo que le permitió bajarse antes y caminar algunas cuadras mientras daba sorbos a una bebida isotónica.

era la primera vez que el aikidoka asistía a dos prácticas en el mismo día, o más bien que asistía al dojo dos veces en el mismo día (recordemos que la práctica de la mañana no está siendo considerada como una práctica oficial).

y vaya si valió la pena. la práctica de la tarde la ofreció un sempai con el que el aikidoka alguna vez (muy pocas) había practicado, pero nunca se había puesto bajo sus órdenes.

quizás por lo mismo, y sobre todo al principio, el aikidoka sintió que la práctica fue algo desordenada, como armada sobre la marcha, algo improvisada, quizás. aunque es probable que eso sólo haya sido la impresión de este aprendiz.

lo cierto es que a pesar de esta aparente confusión, de a poco la práctica comenzó a tomar forma y de a poco también el aikidoka empezó a entrar en ritmo.

se realizaron técnicas que nunca antes el aikidoka había realizado, como por ejemplo repeler con ikkio y con kote gaeshi un ataque con bokken. con la misma arma también se realizó una técnica que el aikidoka tampoco había tenido oportunidad de realizar, y ésta fue que ante un chomen uchi con bokken, nage debía salir de la línea de ataque y ponerse a un costado de uke, para luego tomar el bokken con una mano, justo en el espacio que dejaban las dos manos de uke en la empuñadura del sable de madera. hecho esto, nage debía aprovechar el impulso de uke para levantar el bokken y luego bajarlo rápidamente para provocar la proyección del atacante.

a esa altura de la práctica el aikidoka ya se sentía absolutamente aclimatado y muy a gusto (a pesar de que estuvo a punto de perder un ojo a raíz del mal movimiento de un bokken por parte de un compañero).

el grato ambiente en el dojo, la luminosidad del ocaso, la perfecta temperatura (un poco menos calurosa que otros días) y la casi nueva sensación de estar sobre el tatami a esa hora, lo hicieron sentir como en una hermosa práctica otoñal (en pleno verano).

así, dominado por una gratificante sensación de placer, el aprendiz se sintió ágil y liviano y sintió que respondió de manera más que aceptable cuando debió enfrentar un randori en suwari waza con ataque katadori para mandar volando a sus compañeros sólo con el balanceo de su tronco, balanceo que, por supuesto, debía brotar desde su tandem, como eje de todo movimiento.

así el aprendiz se sintió satisfecho de haber podido cumplir su objetivo.

la experiencia fue tan gratificante, que espera poder repetirla en una próxima oportunidad.