febrero 16, 2007

por más que los meteorólogos se empeñen en negarlo, para el aikidoka la intensa lluvia que se dejó caer hoy, es una señal más de los profundos cambios climáticos que se están desarrollando en el planeta. de lo contrario, le resulta difícil explicarse el peso de la lluvia, la ferocidad del viento, el volumen de las nubes y las bajas temperaturas que azotaron hoy a la ciudad en pleno verano.

en cualquier caso, nada de esto impidió que el aikidoka hoy se retirara sigilosamente de su lugar de trabajo, casi una hora antes de lo habitual, para asistir al keiko.

era la primera vez que al aikidoka le tocaba entrenar con este sempai. aunque había tenido la oportunidad de practicar con él en más de una ocasión (en las que pudo comprobar la admirable técnica y la gran sensibilidad de la que hace gala este samurai), esta era la primera vez que lo tenía como sempai dirigiendo una clase.

y tal como se lo habría imaginado, fue una práctica profundamente sensorial, en la que sempai (un muchacho joven, generoso, amable y entusiasta) se esmeró en transmitir sus bastos conocimientos a los apenas cuatro aprendices que asistieron a la práctica esta tarde lluviosa, cargada de gordas y oscuras nubes.

todo comenzó con tai noenka, pero al poco tiempo, al darse cuenta de las falencias de al menos dos de los practicantes (entre los que por supuesto se encontraba el aikidoka y otro alumno aún más inexperto) sempai detuvo la clase para volver atrás y repasar lo más básico de lo básico: irimi, kaiten y tenkan.

una vez que hubo repasado estos tai sabakis, se volvió a tai noenka, poniéndo énfasis en irimi-tenkan y en la relajación de los brazos, que sólo se dejan caer con su propio peso, sin ejercer fuerza ni menos tensión.

después de unos minutos, a sempai se le ocurrió un ejercicio para graficar la sensación que debería sentir el aikidoka al momento de hablar del centro, o del hara, o del tandem o del ki, todas las cuales son básicamente la misma cosa. y este ejercicio consistió en que uke, en vez de tomar la muñeca de nage, debía tomar el obi de nage, enganchar su mano en el cinturón del keiko gi de nage. por cierto, y tal como señaló sempai, uke debía entregar algo en su ataque, para poder recibir una respuesta por parte de uke (en ese momento el aikidoka comprendió la importancia de entregar, para luego recibir. si uke no entrega, no permite la realización de una técnica la ténica. por otro lado, esa entrega debe ser sincera, con intención, pero moderada, ya que uke no puede asaltar como un caballo desbocado, puesto que de esa forma es muy fácil deshacerse de él o incluso lastimarlo). entonces nage, con su cinturón tomado por uke, debía desplazarse, ya fuera hacia adelante o hacia atrás, o hacia un lado o hacia otro, hacia arriba o hacia abajo, y uke, siempre sensible y atento, debía reaccionar para no forzar una luxación innecesaria de su muñeca.

se notaba que era una de las primeras veces de sempai a cargo de una práctica, pero quizás esto mismo lo impulsaba a ser especialmente didáctico y generoso al momento de compartir sus conocimientos y sobre todo sus sensaciones.

y su esfuerzo no fue en vano, porque esta ha sido una de las pocas veces en las que el aikidoka ha tomado verdadera conciencia de cuándo una técnica surge desde el hara y cuando surge desde la fuerza de los brazos. ya en ocasiones anteriores, cuando el aikidoka había tenido la oportunidad de practicar con este sempai, ya fuera como uke o como nage, éste había conseguido transmitirle esa sensación inexplicable e incomparable de mover el cuerpo desde el centro, y ahora como sempai a cargo de la práctica, con sólo cuatro alumnos sobre el tatami, sempai se esmeró en transmitir esa sensación, y vaya si lo logró.

como alguien dijo durante la clase, cuando la energía brota desde el centro, el cuerpo se siente distinto, cuando la energía brota desde el centro, los brazos parecen sobrar, o más bien son una perfecta extensión del tandem.

después de varios minutos explorando en esto, sempai indicó realizar irimi nage. y mientras esto ocurría sobre el tatami, afuera del dojo el cielo comenzaba lentamente a despejarse, y las las nubes adquirían un color tornasol de alto impacto.

como fue mencionado al principio, se trató de una práctica profundamente sensorial, desarrollada casi en cámara lenta, pero llena de matices, cargada de profundas y estimulantes sutilezas. a tal punto que el aikidoka sintió que fue la fuerza generada sobre el tatami, la que movió a las nubes en el cielo y volvió a hacer brillar el sol poco antes de que se hiciera completamente la noche.