una hormiga se paseaba esta mañana sobre el tatami al principio de la práctica. por varios minutos, durante el precalentamiento, el pequeño insecto parecía divertirse correteando por entre los pliegues de la hakama de uno de los asistentes a la práctica. era impresionante ver cómo se movía esta hormiga: velozmente, cambiando rápidamente de dirección, yendo y viniendo entre los pliegues. todo hasta que un mal cálculo la convirtió en un pequeño borrón negro (casi imperceptible) sobre el albo tatami de género.
fue un peculiar inicio para un práctica realmente peculiar. porque esta mañana (en una sesión en la que los varones eran minoría) sensei dirigió una interesantísima y lúdica serie de ejercicios para lo cual utilizó un listón blando (de aproximadamente dos metros de largo), con el que podía dar golpes sin inflingir dolor, heridas ni hematomas. con este listón (cuyo nombre el aikidoka desconoce) sensei puso a prueba a los alumnos esta mañana.
esta vez no se formaron parejas, sino que sensei se instaló en medio del tatami y cada uno de los practicantes debía ir pasando las pruebas. primero sensei hizo barridos horizontales a media altura, obligando al aikidoka a flectar sus piernas (manteniendo o intentando mantener la espalda derecha) para evitar el golpe.
después de varias series, cambió el ejercicio: ahora sensei hacía cortes verticales frente a cada uno de los practicantes, quienes debían primero salir de la línea de ataque y luego realizar irimi para ponerse a las espaldas de sensei.
el tercer movimiento consistió en que sensei realizaba nuevamente cortes horizontales, pero esta vez a baja altura, para obligar al aikidoka a realizar mae ukemis.
todo parecía relativamente simple, hasta que, ya entrada la práctica, sensei decidió combinar los tres ejercicios. uno a uno fueron saliendo al centro del tatami cada uno de los alumnos quienes debieron enfrentar los embates de sensei, quien fue combinando en forma aleatoria los cortes, obligando a los practicantes a desplegar enormes esfuerzos por evitar los golpes (golpes indoloros, vale recordar).
cuando le tocó el turno al aikidoka, se le pudo ver eludir los golpes con agilidad, ya fuera agachándose, haciendo irimi o mae ukemis. incluso en un par de oportunidades hizo un par de ushiro ukemis cuando fue sorprendido por los enérgicos pero suaves golpes de sensei (¿se puede ser enérgico y suave al mismo tiempo? el aikidoka deja la pregunta flotando para quien quiera tomarla).
sin duda, y tal como se lo hizo ver sensei, su mayor falencia fue su incapacidad o la dificultad que encontraba el aikidoka para mantener su espalda recta, tanto en irimi como al momento de flectar las rodillas.
de cualquier forma, por momentos, mientras esquivaba la andanada de golpes con la mayor agilidad posible, haciendo gala de sus reflejos (que poco reflejan, a decir verdad) el aikidoka se sintió en un campo abierto en algún territorio oriental, intentando esquivar los ataques de un samurái. claro que si ese hubiera sido el caso, el aikidoka se habría quedado sin un brazo en el primer corte, sin las piernas en el segundo y sin cabeza en el tercero, dejando tras de sí una enorme mancha de sangre y dolor.
por suerte este no fue el caso y el ejercicio (que fue sumamente exigente en términos físicos, porque cuando el aikidoka creía que se iba a detener, sensei continuaba dando golpes a diestra y siniestra) fue motivo de sonoras carcajadas porque todos los alumnos, cada uno a su manera, fueron sorprendidos por los golpes
certeros de sensei y cada uno reaccionaba de manera muy divertida.
una vez concluída la extenuante serie, sensei dejó a una lado el listón y ordenó el viejo y querido ikkio omote, con el cual se cerró la práctica.
fue una práctica sumamente alegre, sumamente exigente y sumamente estimulante. fue una de esas prácticas (como casi todas) en las que al terminar, el aikidoka queda con más y más ganas de aikido.