cuando el gato no está, los ratones salen de fiesta. este viejo adagio popular es el que se podría aplicar a la práctica de hoy, ya que, ante la ausencia de sensei (el aikidoka desconoce los motivos de ello), sempai preparó (aunque el aikidoka se atreve a insinuar que improvisó) una lúdica práctica que comenzó el precalentamiento trotando alrededor del tatami, para luego en parejas, hacer carreras de carretillas tomando por los pies al compañero, quien debía caminar con las manos ida y vuelta a lo largo del tatami.
luego sempai dividió a los alumnos en dos grupos. a la mitad del primer grupo los hizo tomar un jo y a la otra mitad un bo. alineados uno frente a otro formando un callejón, los que estaban premunidos del jo, debían hacer tsuki y los que estaban con el bo debían hacer un barrido constante. de a uno, los integrantes del segundo grupo debían pasar por este callejón de la muerte intentando no ser tocados por ninguna de las dos armas.
en el siguiente episodio del juego, la distribución cambió sobre el tatami y ahora sólo premunidos de un bo, los armados debían hacer barridos a nivel inferior de las rodillas obligando a realizar mae ukemis al resto, que debía pasar por entre medio de este callejón.
posteriormente, y en lo que parecía una fiesta interminable, sempai separó a los sempais del resto de los alumnos y los hizo ponerse un tanto en la espalda, entre el obi y el keiko gi, para que el resto de los alumnos intentará quitárselos usando las manos, pero sin tomar de los brazos a los portadores del tanto.
durante más de una hora, todo fue risas y carreritas sobre el tatami hasta que finalmente, cuando se producía el ocaso de la práctica, sempai indicó realizar chomen uchi ikkio omote, instancia en la cual el aikidoka volvió a comprobar las diferentes interpretaciones que tiene ésta y todas las técnicas, cuando son realizadas por diferentes personas. en algunos casos los brazos son más o menos flexibles, la línea del cuerpo se extiende y en otras se encoge, algunos lanzan chomen con la mano extendida y otros con la mano empuñada y así.
se trató de una inusual práctica de viernes, la que el aikidoka cerró con un intenso ato keiko, que exigió de toda su energía, pero a la vez lo dejó encendido para el fin de semana.