diciembre 20, 2006

una tonelada de cansancio, sueño, stress y obligaciones de fin de año se abatieron sobre el aikidoka cuando éste se encontraba aún bajo las sábanas. fue la primera lucha que debió enfrentar el aprendiz esta mañana.

lo alucinante es que toda esa carga que lo asfixia y que lo tiene presa de un constante mareo, se diluye sobre el tatami. allí el aikidoka vuelve a sentirse liviano y se olvida de las lesiones y las molestias corporales. se olvida también incluso de algunas molestias que aquejan a su espíritu.

esta mañana el aikidoka se hizo presente en el dojo pocos minutos antes de que empezara la práctica. en ese breve lapso el aprendiz pensó primero que sería el único alumno de la clase, pero luego de algunos segundos miró a su alrededor y pensó que sería el único varón, aparte de sempai, en medio de un pequeño pero heterogéneo grupo de damas, finalmente, después de otra suma de segundos, lo que parecía una práctica de baja concurrencia, se había convertido en un tatami en el que había que ganarse su espacio.

estaban presentes no sólo los habituales samuráis matutinos, sino también tres alumnos nuevos que asistían a su primera práctica. cada uno con su particular estilo, no sólo en cuanto a su vestimenta, por cierto, sino también por la forma en que cada uno enfrentaba su primer acercamiento al budo.

el aikidoka tuvo la posibilidad de practicar con cada uno de ellos, así como también con otros de sus compañeros, a los que ha visto progresar frente a sus ojos durante todo este tiempo.

este aprendiz se sorprendió con los avances que pudo percibir en algunos de sus compañeros, pero no fue capaz de percibir si él manifestaba el mismo grado de avance.

todo esto mientras, los rayos de sol iban inundando lentamente el dojo, lo que fue cargando a la práctica de una profunda emotividad (o eso fue al menos lo que sintió el aikidoka).

el ejercicio central de esta mañana se inició a partir de katatedori gyaku hammi. nage debía abrirse hacia un costado con la muñeca en su centro, al tiempo que con su mano libre enviaba un atemi al rostro de uke. luego nage acercaba al tatami su centro de gravedad para terminar de desestabilizar a uke que caía de espaldas.

luego ikkio, tanto en suwari como en tachi waza, para terminar con el mismo ejercicio de un comienzo, pero esta vez proyectando.

se trató de una práctica sumamente gratificante, no tanto por la productividad del aikidoka (que como siempre, se entregó por entero con su habitual irregularidad), sino también por la emoción y gratitud que mostraron los alumnos primerizos tras terminar la clase.

el aikidoka cerró la mañana con un intenso y demoledor/reponedor atokeiko.

apenas puso un pie fuera del tatami, tuvo que volver a cargar con la mochila de las preocupaciones.