diciembre 13, 2006

esta mañana el aikidoka debió lidiar con una pequeña herida en el dedo gordo de su pie izquierdo (que se produjo el lunes, debido en parte a la textura áspera del tatami, pero en buena medida también debido a la delicada piel del aikidoka, que se rasga de sólo mirarla).

antes de acceder al tatami, entonces (esta mañana de cielo azul, moteado de nubes) el aikidoka cubrió la pequeña herida (pequeña pero dolorosa. un pequeño pedazo de dedo en carne viva) con un apósito. y la curación funcionó, pero sólo mientras se realizaron técnicas de pie.

muy similar a lo realizado en la práctica del lunes, la de hoy estuvo centrada ya no en absorver y luego proyectar un ataque, sino simplemente dejarlo pasar. uke debía atacar con chomen uchi y nage, para evadir este ataque, debía realizar irimi y luego kaiten. de esta forma, uke seguía de largo con el envión de su ataque.

al aikidoka le resultó curioso pero sumamente interesante el hecho de hacer irimi para enfrentar un ataque con chomen. es decir, la lógica indica que nage (o cualquier ser humano con dos dedos de frente) debería correr a perderse para evitar el ataque. sin embargo en la práctica (y vale aclarar que esto queda circunscrito al tatami) resulta muy efectivo adelantarse al ataque e invadir el espacio de uke.

en determinado momento sempai tomó un arma que al aikidoka le pareció un bokken envuelto completamente en una cinta negra. sempai hizo de uke y atacó al aikidoka quien por supuesto reaccionó lentamente y recibió un sablazo en plena cabeza. sólo en ese momento se dio de cuenta este aprendiz de que no se trataba de un bokken, sino de un arma que desconoce, pero que consiste en una especie de bokken, pero formado por muchos delgados cortes de madera o plástico (el arma estaba cubierta). y recibió varios más, uno detrás de otro. pero no le dolían, porque el arma precisamente está hecha (o eso imagina el aikidoka) para que los aprendices sepan que si hubiera sido una katana de verdad, debería estar cortado en pedazitos sobre el tatami.

este aprendiz tuvo también la posibilidad de practicar con un compañero muy peculiar, que debe llevar dos o tres meses de práctica. un enorme hombre de los balcanes, que debe pesar (y aquí no se teme exagerar) tres veces lo que pesa el aikidoka. tomando en consideración aquello, es fácil imaginar que cualquier intento de realizar cualquier técnica con él era toda una experiencia.

sempai y un alumno de alto rango se esforzaban intentando moverlo, pero era inutil. es que al final, este amable alumno, no realizaba chomen, sino que simplemente se dejaba caer, y eso sí que era un asunto peligroso.

practicar con él exige a cualquier aikidoka un esfuerzo mayor no sólo en el plano físico sino también en el sicológico.

se trató por lo mismo de una práctica en suma estimulante (a pesar del intenso dolor en la herida debido al cual no pudo disfrutar como corresponde de un buen kokiu ho de cierre).

sin embargo fue una práctica sin proyecciones ni ukemis, y el aikidoka, sin duda, los extrañó.