el aikidoka sintió la práctica de hoy sumamente pausada, muy introspectiva, como en camara lenta. aunque no por eso menos exigente en términos físicos.
primero el imprescindible ikkio, claro que en versión de máxima flexibilidad, con los brazos muy sueltos, levantando el ataque de uke para luego bajarlo al tatami simplemente dejando caer los brazos con su propio peso hacia el centro.
rápidamente se mutó a un ejercicio muy dinámico que consistía en quedar a mitad de ikkio para en ese momento simplemente contener a uke quien trataba de entrar (ejerciendo presión con el antebrazo, pero principalmente, idealmente con el centro, con el hara) y terminaba girando (pero en permanente contacto, siempre tratando de entrar) y girando y girando alrededor de nage.
más tarde, el sempai experimentó difuminando los conceptos de uke y nage. básicamente porque no había ataque, sino que un aikidoka se paraba frente a otro para hacer contacto con la muñeca contraria de uke/nage y luego con la otra mano tomaba su codo, formando una figura simétrica. con las piernas levemente flectadas, poniendo el peso en el centro, ambos aikidokas debían balancear el peso de su cuerpo hacia adelante y hacia atrás distribuyéndolo de manera fluida al centro de esta esfera que se formaba con ambos cuerpos.
fue un trabajo hermoso y profundo, que exigió al máximo los hombros del aikidoka, los cuales debían estar sueltos y relajados, pero por el contrario estaban tristemente rígidos.
hoy la mancha que había dejado la gotera sobre el tatami amaneció como el dibujo perfecto de un par de glándulas mamarias. el intento que alguien hizo de borrar las manchas (en algún momento entre la mañana del lunes y la mañana de este miércoles) había dado como resultado el trazo de un busto redondeado y generoso. sin embargo nadie reparó en ello, o nadie se refirió a ello, por lo que finalmente fue una idea que permaneció en el cerebro del aikidoka.