y así avanzó la práctica, con el aikidoka deslumbrado con elementos y situaciones dispersas que ocurrían en el dojo, con la seriedad que lo caracteriza, pero deslumbrado frente a las risas, las sonrisas y a la evolución de sus compañeros sobre el tatami.
hoy el aikidoka descubrió que si un ejercicio se realiza por largos minutos, termina convirtiéndose en una especie de mantra corporal, que inyecta energía y sumerje en un trance en cada nueva ejecución.
se trató, en buenas cuentas, de una práctica que el aikidoka disfrutó intensamente. y para cerrarla, nada mejor que un buen atokeiko.
hacía mucho tiempo que el aikidoka no se sometía a atokeiko. y a diferencia de otras veces, esta vez lo resistió con entereza. el aikidoka no se atreve a aventurar si esto se debió a que sensei realizó un atokeiko de menor intensidad, o si fue porque el aikidoka está mejorando su resistencia.
en cualquiera de los dos casos, el aikidoka quedó íntegro después de atokeiko. tanto así, que por un momento pensó en solicitarle a sensei repetir la dosis. pero desistió.