hay días buenos y otros que no lo son tanto. y hay que resignarse a ello.
fue esa simple pero contundente certeza de la vida cotidiana la que sensei trasladó al dojo: aikido no es un camino recto y plano, dijo. aikido tiene muchas curvas y sobre todo altos y bajos. no hay que frustrase cuando se sienta que no está saliendo una técnica, porque otro día saldrá, dijo.
la de esta mañana era la última práctica que ofrecía sensei que estaba de paso en el dojo (pero esto el aikidoka no lo supo sino hasta el final de la práctica) y quizás por lo mismo, mucho más reflexiva que las de por sí reflexivas prácticas de sensei. y estuvo centrada en los conceptos de recoger y extender. pero extender ya no necesariamente pensando en las dimensiones del dojo, sino pensando en el país limítrofe, que era precisamente el próximo destino de sensei en su periplo.
esta mañana sensei se refirió también a la importancia de la alegría sobre el tatami. y esta vez trasladó la situación a la urbe. si ves a una persona caminando alegre y relajada por la calle, esa persona te transmite su alegría y su sonrisa. por el contrario, si te encuentras con una persona que camina rígidamente y con el ceño fruncido, te van a dar ganas de cruzar a la vereda contraria. es lo mismo sobre el tatami, donde se debe irradiar alegría y estar relajado, y así hacer extensiva esa alegría y relajo a tus compañeros.
tras la práctica, el aikidoka se sometió a atokeiko primero con un sempai y luego con sensei, quien hizo volar al aikidoka por los aires, y por cierto le hizo ver la rigidez de sus hombros.