esta mañana el aikidoka decidió practicas sin calcetines. como había sido mencionado anteriormente, los calcetines del aikidoka no tenía como objetivo aplacar el frío en los pies, sino proteger las heridas en sus empeines (provocadas precisamente una gélida mañana en la que el frío tatami era como la hoja de un cuchillo afilado), las cuales sin calcetines, y en proceso de cicatrización, era muy fácil que volvieran a abrirse y provocar manchas sanguinolientas en el tatami.
pero las heridas en los pies del aikiodoka ya han cicatrizado por completo y desde hoy las prácticas serán definitivamente sin calcetines.
el aikidoka volvió a sentir la libertad de los pies desnudos, la tracción de la piel sobre la tela del tatami, la liviandad y la agilidad de los pies al descubierto.
durante la práctica de hoy (una práctica intensa, en la que no habían pasado más de diez minutos cuando el aikidoka ya sudaba profusamente por todos los poros) el aprendiz sintió que una sola vez (de las decenas y quizás centenar de veces) realizó un ejercicio utilizando el poder de su centro. fue una experiencia intensa, fugaz, agradable, pero que ocurrió sin que el aikidoka se lo propusiera, y por lo mismo, no fue capaz de volverla a repetir. ni la intención, ni el modo, ni el tiempo. fue una sola buena ejecución de la técnica (el aikidoka ya no recuerda el nombre), que no se volvió a repetir.
fue como esos sueños fugaces que producen un inesperado placer, pero que al momento de reconstruirlos, se dispersan en un bosque onírico.