hoy volvió el sensei de japón. aunque para ser más riguroso, habría que decir que hoy fue la primera práctica del aikidoka bajo las órdenes del sensei, desde que éste llegó de japón (el aikidoka no sabe con exactitud cuándo regresó el sensei).
en el camarín el sensei se mostró risueño. contó un par de anécdotas (los hombres son buenos bebedores en japón, dijo. ¿y las mujeres? preguntó alguien: también). se le veía distendido y alegre, tanto, que el aikidoka se atrevería a decir (siempre con el mayor respeto) dicharachero.
sin embargo durante la práctica, sobre el tatami, el sensei se transformó en un huracán. sin parafernalia, sin aspavientos, sin ejercicios extraños (de hecho al aikidoka en un principio le parecieron bastante sencillos), sumido en un profundo silencio, hablando sólo para corregir algún ejercicio.
el aikidoka debe haber rodado sobre el tatami al menos un centenar de veces. si durante la ausencia del sensei, el aikidoka había sentido que había tenido prácticas intensas, fue porque en realidad el aprendiz no tenía idea en qué consistía una práctica intensa. la de esta mañana sí que lo fue.
aunque el aikidoka tiene plena conciencia de que podrán venir prácticas aún más duras, prefiere no pensar en ello en este momento.
después de rodar y rodar y rodar y seguir rodando y cayendo en medio de este torbellino (soto kaytenage, kokyunage), el aikidoka se encontró frente a una encrucijada: absolutamente exhausto y mareado, bañado en sudor, en determinado momento sintió que no podría evitar un vómito sobre el tatami, o que en cualquier momento sencillamente caería desmayado.
sin embargo, el aikidoka hechó mano a su entereza y a su dignidad, para evitar ambas situaciones (que habrían sido desastrozas), respiró hondo y siguió soportando el rigor de la práctica, siempre al borde del colapso.
desgraciadamente el profundo cansancio no sólo hizo que el aikidoka perdiera fuerzas, sino también que perdiera concentración a la hora de realizar los ejercicios.
el sensei debió corregirlo en varias oportunidades. le hizo ver la importancia de generar siempre el movimiento desde el centro (algo que el aikidoka sabe, pero que le cuesta poner en práctica) y la importancia de hacer perder el centro a uke para poder derribarlo.
el sensei, a pesar de tener algunos problemas en la rodilla, prácticó en un par de oportunidades con el aikidoka, con suma generosidad amabilidad y paciencia para corregir los torpes movimientos de este aprendiz.
hoy, por primera vez desde que retornó al dojo, el aikidoka miró el reloj en mitad de la práctica, y se dio cuenta de que en ciertas ocasiones, pucha que pasa lento el tiempo.
la práctica terminó con la totalidad de los aikidokas rendidos (eran más de seis samuráis de alto rango, muchos de ellos recién llegados de japón), pero no contento con eso, sensei ordenó casi cincuenta abdominales para luego cerrar con ejercicios de elongación.
el aikidoka siente un enorme aprecio y gratitud por los sempais que mantuvieron viva la práctica del dojo durante la ausencia de sensei, pero no cabe duda de que el regreso de sensei le ha inyectado potencia y exigencia a la práctica.
el cansancio que en estos momentos está sintiendo el aikidoka, es un cansancio que reconforta.