la de hoy fue una práctica sumamente provechosa para el aikidoka (la de ayer, si se toma en cuenta la hora de publicación).
no sólo porque el aikidoka logró llegar al final con entereza (aunque no sin dificultad), sino porque la ofreció un sempai particularmente didáctico y sensato, que le entregó pequeñas grandes enseñanzas (esto no quiere decir que los sempais anteriores hayan carecido de sensatez y no le hayan dejado enseñanzas).
el aikidoka no puede dejar de referirse antes que nada al aspecto físico. y en este sentido debe decir que sintió un par de veces, sobre todo al principio, un par de pinchazos en la zona afectada. pinchazos que si bien alertaron al aprendiz, y lo hicieron temer lo peor, no fueron lo suficientemente intensos o prolongados como para hacerlo desertar y terminaron diluyéndose.(empero esto, el aikidoka tiene plena conciencia de que se encuentra aun vulnerable. todo puede suceder.
la primera parte de la práctica fue lo más crítico. y claro, qué más se podía esperar si de entrada el nuevo sempai (no se trata de un nuevo sempai, en realidad, sino de la primera vez que el aikidoka se cruza con él), ordenó hacer varios ukemis a lo largo del tatami, hacia adelante y luego hacia atrás.
en ese primer primerísimo ejercicio (después de un precalentamiento muy singular, distinto a todos los que había tenido posibilididad de realizar) el aikidoka temío no sólo por la condición del aductor de su muslo izquierdo, sino también por su cerebro y su integridad física completa.
en la mitad de ese ejercicio, el aikidoka, totalmente mareado, perdido por completo su horizonte, estuvo a punto de abalanzarse sobre las ventanas del dojo. qué decir que si hubiera tenido algo en su estómago le hubiera costado mantenerlo en su lugar.
pero tras esos primeros minutos de desconcierto, el aikidoka logró recuperarse, le perdió temor al desgarro y se volcó de lleno a disfrutar de una excelente práctica.
sobre todo, como ya fue dicho, gracias a un sempai que derrochaba alegría y empatía sobre el tatami, y de quien el aikidoka aprendió tres cosas:
- a desplazarse sobre el tatami a partir de seiza (adelantando una rodilla detrás de la otra, como si se tuviera un elástico en los pies). un movimiento que por más sencillo que se veía, el aikidoka no había podido hacerlo hasta la práctica de hoy.
- a proteger sus rodillas. en defensa, con un leve giro en el pie, se puede pasar de tener una rodilla de lado, entregada, expuesta al golpe (ahí se acaba el aikido, se acaba todo, dijo el pequeño sempai sonriendo) a tener una rodilla protegida, atenta a cualquier posible agresión.
por último, el sempai fue muy didáctico para graficar en qué momento se encuentra le pérdida del equilibrio de uke. hay un instante preciso, que hay que percibir.
por si esto fuera poco, hoy sus empeines encontraron de inmediato la paz en seiza.
entonces el aikidoka se pregunta ¿habrá algo que agregar?