finalmente el aikidoka asistió a la fatídica práctica de la tarde de hoy. era tanto su entusiasmo, que llegó con casi 40 minutos de antelación al dojo.
mientras esperaba, alcanzó ver el final de la práctica para niños. ahí estaba el sensei con su cara risueña entregando sus enseñanzas y los infantes felices pululando por el tatami.
la práctica general estuvo sumamente concurrida. casi no había espacio para los aikidokas de todos los rangos que se apersonaron esta tarde (no hay nada como las prácticas matutinas, insiste el aikidoka).
desde un principio el aikidoka se concentró profundamente. incluso antes de que el sensei pisara el tatami, el aikidoka ya estaba en seiza, respirando profundo, intentando buscar el blanco en su mente.
ya desde el primer ejercicio de precalentamiento el aikidoka estaba absolutamente compenetrado con la energía del dojo (pero todo sería en vano).
el aikidoka debió enfrentarse a practicantes de alto rango y otros no tanto (el aikidoka, por cierto, era el de menor rango). pero una vez más se incubaba allí el valor de la práctica. en el hecho de experimentar distinto grados de fuerza y las diversas fuentes de donde provenía esa fuerza.
el aikidoka sintió cierta satisfacción al comprobar que algunas recomendaciones que le hicieron practicantes de alto rango, fueron rebatidas enérgicamente por el sensei: no hay que hacer palanca. la fuerza debe provenir desde el centro y no desde tu brazo (este es un asunto que saldrá a menudo a la palestra, dado que el aikidoka no lo maneja y probablemente nunca llegue a manejarlo con propiedad)
y ahí estaba el aikidoka, relacionándose con samuráis de alto rango (y comprobando de paso la soberbía y el menosprecio que se oculta en algunos aikidokas hacia los practicantes menos experimentados), cuando vino el momento fatídico: en un ejercicio en que debió enfrentar al mismísimo sensei, el aikidoka en medio de una caída, enredó su pie en el hakama del sensei y sufrió un fuerte tirón. un tirón que por momentos hizo que el aikidoka viera todo blanco. un tirón que fue aumentando en su intensidad.
el sensei prodigó intensos masajes sobre la zona afectada (la parte trasera del muslo) pero fue en vano. el aikidoka no pudo continuar con la práctica y cuando intentó ponerse de pie, casi se fue al suelo (el muslo fue incapaz de contener la fuerza de la pisada, y la rodilla estuvo a punto de doblarse en el sentido contrario al habitual).
el dolor fue intenso. tanto como el desconcierto. y aunque ha mermado, el aikidoka en estos momentos se dirige a la clínica para ver qué hay aquí.
es de esperar que no sea nada grave.