hoy fue una mañana menos neblinosa, pero particularmente más fría. el aikidoka se dio cuenta de ello recién cuando estuvo sobre el tatami, sentado en seiza. hoy el dolor en esta posición fue mayor que el de otros días (los tendones de su empeine aún no encuentran calma en seiza).
tras el regular calentamiento previo (que se desarrolla al amanecer), la lección de hoy comenzó con un ejercicio con el bokken. subirlo y hacerlo caer avanzando con un pie respectivamente. luego defensa, y al lado.
fue el primer acercamiento del aikidoka con las armas después de mucho tiempo. el aikidoka no asiste a las clases especialmente destinadas a la instrucción de armas, pero de todas formas puso todo de sí haciendo subir y dejando caer la espada de madera. esto no evitó que terminara desorientado y se sintiera ridículo al lado de la sincronía del sempai y su compañera, cuando el ejercicio mutó a defensa y luego se debía cambiar el flanco del ataque. parecía algo sencillo, pero claramente no lo era, y el aikidoka no logró encontrar el ritmo.
luego, se dejó de lado el bokken y se realizó la práctica de a tres (sólo había tres personas en la práctica de esta mañana). dos ataques cada uno contra distintos nages. chiomenuchi iriminage, chiomenuchi kokiunage, chiomenuchi ikkio.
al final de la clase, el sempai ordenó técnica libre. por primera vez el aikidoka se veía enfrentado a la improvisación, ante el ataque frontal alto.
no cabe duda de que sus primeras defensas fueron lentas (y así se lo hizo ver el sempai simulando un golpe a sus costillas), pero en las otras, el aikidoka sintió que en alguna fracción de segundos logró rozar la armonia (su opción fue preferentemente iriminage e ikkio).
tras la lección, ya en casa, el aikidoka miró hacia atrás y tuvo ganas de haber conocido mucho antes este arte. no haberlo dejado durante todos estos años (a pesar de haber llevado pocas prácticas en el cuerpo la vez anterior), o mejor aún, haberlo conocido cuando niño. pensó que cuando niño debió ser el mejor momento para empezar a explorar el aikido.
pero de inmediato reaccionó y se dio cuenta de la insensatez de esos pensamientos. se dio cuenta de que, después de todo, éste había sido su momento, su tiempo y su camino y así debía enfrentarlo. sin la debilidad de la melancolía.
también en casa, el aikidoka pudo percibir que el retorno a las prácticas ha comenzado a purificar lentamente su cuerpo. tanto por dentro como por fuera. tanto física como mentalmente. pero se dio cuenta también, de que él debe hacer un esfuerzo importante para concluir ese proceso.