mayo 24, 2006

el lunes, después de la práctica, el aikidoka debió lidiar con la ansiedad. la ansiedad de tener una clase al día siguiente, o mejor aún esa misma tarde. todo lo cual no era posible.

el aikidoka pensó que por un lado estaba bien sentir esa ansiedad, porque demostraba entusiasmo y compromiso, pero en cosa de segundos reaccionó y se dio cuenta de que no estaba bien, porque ese impulso ciego no respetaba los tiempos, ni los momentos.

y así envolvió la ansiedad y la transformó en ganas, en actitud, en intención para enfrentar la práctica de hoy.

y en la práctica de hoy, como si hubiera adivinado el trauma de los empeines del aikidoka en seiza (y hubiera querido apretar allí),
el sempai decidió empezar la práctica con kokyu ho. lo cual convirtió a la primera parte de la práctica en un pequeño infierno para el aikidoka.

el sempai quiso ahondar en este ejercicio, poniendo especial énfasis en la posición y la rotación de las manos frente a uke, y en la importancia de la rotación de las caderas, que eran las que debían proporcionar la fuerza y canalizar la búsqueda del momento justo para derribar de su posición a uke.

luego, el sempai ordenó ikkyo para uke y omotte, ura y sankyo para nage.

fue una práctica intensa, sin pausa. el aikidoka rodó y rodó sobre el tatami. algunas veces rozando la armonía, otras, derechamente contorsionado y exhausto.

al final de la práctica el aikidoka sostuvo amena charla con el sempai, quien, entre otras cosas, le enseñó al aikidoka a contar del uno al diez en japonés:

ich, ni, san, chi, go, rouk, sich, hach, ku, you.