en la clase de hoy, el aikidoka se sintió particularmente cómodo. tanto como uke o como nage, contuvo, atacó, rodó y se expandió grácilmente sobre el tatami: shomenuchi ikio, shomenuchi iriminage, shomenuchi kotegeuche. hop, hop, hop.
respirando profundo, siempre conciente (o intentando estar conciente) de su centro, buscando esa ansiada fluidez en los movimientos.
pero sin duda que la mayor enseñanza de hoy, el aikidoka la obtuvo durante la limpieza del tatami, después de la clase. la escoba bien tomada con las dos manos. la espalda derecha. siempre manteniendo (o intentando mantener) el centro.
sin que nadie se lo indicara, el aikidoka comprendió el profundo valor que se incuba en el humilde (y aparentemente rutinario e intrascendente) acto de asear el tatami después de la práctica. el aprendiz entendió que en ese momento también se libera energía, se concentra la armonía y se puede intuir el camino.