abril 14, 2007

faltaba que el aikidoka se cruzara con sensei para que las cosas empezaran a ponerse en orden. o bien a abrirse para arrimare la nariz nuevamente a espacios insondables.

faltaba la presencia y sobre todo el silencio de sensei para que el aikidoka volviera a encajar ciertas piezas, para que volviera a encontrar el sentido y las dimensiones y el peso que tenía el hecho de estar sobre el tatami (cada vez que se está sobre el tatami). y de paso, darse cuenta de todo el placer que ello le provocaba.

lo interesante de todo esto es que sensei logró transmitirle este mensaje (o esta sensación) al aikidoka sin decir una palabra. concentrándose exclusivamente en la técina que se estaba realizando.

como se trató de una práctica matutina, en la que sólo había dos sempai y sensei, el aikidoka tuvo la posibilidad de practicar con sensei durante largos pasajes del keiko. y así, concentrándose en la correcta forma de realizar jujirogarami a partir de ushiro ryo kata dori (una técnica hermosísima, sin duda una de las favoritas del aikidoka por su plasticidad por el quiebre que propone, por su sorpresa, por su sorprendente concreción), el aikidoka fue nuevamente entendiendo de qué se trata todo este asunto. no entendiéndole por completo, por supuesto, sino entendiendo de nuevo que se trata un misterio profundo, que vale la pena intentar resolver.

el aikidoka tiene claro que nunca llegará a resolverlo, pero está convencido de que vale la pena hacer el intento.