septiembre 20, 2006

exactos siete días después de su última práctica, esta tarde el aikidoka se hizo presente en el dojo.

era la primera vez en mucho tiempo que el aikidoka asistía a una práctica vespertina (si mal no recuerda, desde aquella fatídica práctica en la que sufrió una lesión muscular).

como llegó con antelación a la hora de la práctica, el aikidoka (que disfrutó de sobre manera el reencuentro de sus pies descalzos sobre el tatami), se sentó a esperar en seiza que el sempai diera la partida a la práctica.

mientras el resto de los asistentes realizaban complejos ejercicios de elongación o bien conversaban distendidamente sobre diversos temas, el aikidoka simplemente estaba ahí, en seiza, respirando profundo y guardando silencio (aunque en realidad se debería decir dejando salir el silencio desde su cuerpo).

como ya fue dicho, fueron siete días de inactividad física (no así de actividad cerebral), los que se hicieron sentir desde el primer minuto.

la práctica la dirigió un sempai con el que el aikidoka nunca había practicado. y en efecto fue una práctica llena de sorpresas. partiendo por el precalentamiento, en el que el sempai ordenó mae ukemis largos, cortos y cruzados. igualmente ushiro ukemis, y otros ejercicios que el aikidoka nunca había realizado, pero que resultaron altamente estimulantes.

la práctica en sí misma estuvo centrada en un mismo ataque: uke tomaba la muñeca de nage con las dos manos y nage realizaba indistintamente, iriminage, kokiunage y otras proyecciones.

el aikidoka alternó de forma amena con practicantes de alto rango y otros de menor rango. ninguno, sin duda, de menor rango que el aikidoka, quien ostenta orgulloso el rango de mo kyu, es decir, que no posee rango alguno.

ya un poco antes de la mitad de la práctica, el aikidoka comenzó a sentir los siete días de inactividad física. no sólo estaba realmente exhausto, sino que además sediento, casi al borde de la deshidratación.

a esto se sumaba el hecho de que había almorzado tarde, por lo que de vez en cuando el aikidoka se veía impelido por su sistema digestivo a soltar desagradables flatulencias que le recordaban su almuerzo (un churrasco de filete con palta y mayonesa en marraqueta y una porción de patatas fritas).

a medida que se adentraba en la práctica, a medida que su cansancio y su sed se iban acrecentando, el aikidoka fue perdiendo concentración, lo que a se vez derivó en que su cuerpo se fue rigidizando. así, en vez de que la energía brotara desde su centro, ésta brotaba desde sus tiesas extremidades.

a pesar de todo ello, el aikidoka terminó la práctica dignamente y con la cabeza en alto.

a la salida, el aikidoka se zampó dos botellas completas de bebida isotónica.

mientras daba tragos largos a esa botella de boca ancha, el aikidoka, exhausto, pensaba: qué bien se siente estar de vuelta.