antes de referirse a la práctica de esta mañana, el aikidoka debería referirse a la práctica sabatina. pero después de unos instants de reflexión, prefiere no hacerlo y sigue de largo hasta la de esta mañana. pero no porque la del sábado se haya tratado de una práctica intrascendente o poco interesante, sino por todo lo contrario.
entonces mejor seguir con la de hoy, la que, por cierto también fue de un hondo interés para el aikidoka.
con la llegada de la primavera, y por motivos manejados por el azar, el aikidoka se encontró esta mañana con nuevas caras sobre el tatami. aikidokas de alto rango que ya sea por el clima, notoriamente más templado, o por motivos laborales, han empezado a asistir a la práctica de la mañana. humanos gentiles e inteligentes, que siempre son bienvenidos y de los que el aikidoka siempre aprende cosas nuevas.
la de hoy fue una práctica en la que se aplicó una máxima que resume fielmente la filosofía de vida del aikidoka: no importa el punto final, sino los pasos que se van dando para llegar a él. esto, a juicio del aikidoka, puede aplicarse sobre el tatami, pero también en la vida diaria.
en el caso de la práctica, a partir de un ataque en el que uke tomaba el keikogi y aplicaba chomenuchi, nage respondía con ikkio omotte y luego iriminage y luego tenchinage y luego kotegaeshi y luego otras técnicas de las cuales el aikidoka desconoce su nombre.
el sempai hizo especial hincapié en que nage se enfocara en cada una de las técnicas que describían este camino hasta el final. eran varias técnicas concatenadas una detrás de otra.
de hecho, a partir del primer movimiento (ikkyo omotte), se fueron sumando las otras y al final de la práctica el sempai ordenó que nage podía teminar la técnica cuando le pareciera adecuado.
una bella práctica, que fue un fiel reflejo de la luminosidad distinta que ha traído el sol con la llegada de la primavera.