septiembre 01, 2006

el cerebro, el nervio óptico, el globo ocular, la pupila y el iris, el aire, el vapor de agua que sale de su cuerpo después de una práctica intensa, la ventana, las ramas de los árboles, el cielo azul estampado de gordas y grises nubes. en todo eso pensaba el aikidoka mientras miraba por la ventana con las piernas levantadas, los codos apoyados en el tatami y las manos en las caderas apoyando las piernas que se alzaban hacia el techo del dojo en posición vela.

el aikidoka intentaba recuperarse de una práctica que había resultado particularmente agotadora. a diferencia de otras veces, el aprendiz esta mañana sintió rápidamente el cansancio, a muy poco de comenzada la práctica, la que hoy estuvo centrada en diferentes formas de contrarrestar un ataque de tomada de muñeca cruzada y tomada de la otra muñeca por la espalda de nage.

la defensa contra ese ataque siempre le ha resultado compleja de realizar al aikidoka. abre demasiado los brazos al momento de alejar sus muñecas de uke, dejando su centro en precario equilibrio, dejando sus brazos a merced del atacante. quizás ahí radicó su prematuro agotamiento, al que de todas formas debió hacer frente para sacar adelante una sesión no poco compleja.

pero también una práctica que le prodigó gratos momentos, como ese en que durante un ejercicio, mientras estaba siendo sometido, con su cara contra el piso y mientras le hacían una palanca en el brazo, los rayos de sol bañaban generosamente su rostro.

tambié tuvo momentos menos gratos, como cuando enfrentando a un compañero como uke, éste no le soltaba la muñeca en momentos en que el aikidoka debía realizar mae ukemi, y el aikidoka caía duramente con la espalda recta sobre el tatami. de todas formas no se trató de un incidente que le provocara mayores inconvenientes.

durante la elongación y la meditación final fue que el aikidoka experimentó ese momento epifánico narrado al principio. y depués: atokeiko.

tomando en cuenta el cansancio que sintió al principio, y que lo tuvo a medio filo durante toda la práctica, el aikidoka sabía que atokeiko sería más extenuante que otras veces. y lo fue. una explosión de cansancio que obligó al aikidoka a llegar al límite de sus capacidades.

durante atokeiko sensei le indicó al aprendiz que no se encogiera tanto al momento de realizar mae ukemi, que extendiera más sus piernas al momento de caer. y así lo hizo el aikidoka, sintiendo mayor plasticidad de su cuerpo al hacerlo de ese modo.

claro, la diferencia está es que en atokeiko sensei no usa hakama, lo que esfuma el miedo (que persiste en el inconciente del aikidoka) a quedar enganchado con la hakama como la ha ocurrido en dos oportunidades (una de las cuales provocó esa lesión en el aductor izquierdo).

tras atokeiko, el aikidoka se sentó en seiza en un rincón del tatami a recuperar el aliento, lo cual le costó bastante.

a la salida del dojo el sol se ganaba su espacio entre las gruesas nubes e inundaba las calles de una intensa luminosidad.