la práctica de esta mañana estuvo íntegramente centrada en katate dori kayten nage, la cual, tal como lo dice su nombre, consiste en la proyección de uke a partir de kayten.
pero antes de hablar de eso, quizás sería conveniente hablar del profundo cansancio que experimentó el aikidoka antes de salir de la cama. durante breves minutos reflexionó sobre el sentido de todo esto. y a pesar de que esos minutos de reflexión no lo llevaron a respuestas concretas, se levantó de todas formas, y se dirigió al dojo con nubes en su cabeza y legañas en sus ojos.
todo esto lo hizo llegar algunos minutos tarde a la práctica, por lo cual se perdió el saludo al kamiza. no así el precalentamiento, que lo realizó completo. bastaron algunos minutos para que las cosas empezaran a quedar más claras. sobre el tatami al aikidoka se le acaban todos sus achaques. el dolor de estómago, el dolor del cuerpo y el insoportable dolor de garganta (que lo ha aquejado por años y años) se esfuman apenas el aprendiz se centra en la práctica.
y aquí el aikidoka no está diciendo que la desaparición de sus achaques se deban a algún conjuro o a la magia (no hace falta decir que el aikidoka no cree en la magia), sino más bien el aprendiz cree que la concentración y el esfuerzo que pone en cada práctica, lo hacen olvidarse de sus achaques, los cuales se vuelve a abalanzar sobre él apenas éste deja el dojo.
pero mejor sería dejar de lado las intimidades para centrarnos en la práctica. y como ya fue dicho, la práctica de hoy estuvo centrada en kayten nage, una técnica sobre la que hay muchísimo que decir. tanto, que lo mejor sería no decir nada.
lo único que será consignado aquí, será el extraño final que tuvo la práctica: sempai separó a los alumnos con hakama de los sin hakama. y a estos últimos (entre los cuales se contaba el aikidoka, por supuesto) los hizo realizar randori a partir de la técnica anteriormente mencionada.
y a pesar de que el aikidoka pensaba que en el siguiente turno harían randori los alumnos con hakama, éstos fueron dejando el tatami, mientras a los sin hakama se les iba a la vida evadiendo de la manera más fluída posible este ataque.
terminado el randori, sempai reunió a los sin hakama en un círculo y preguntó a cada uno su experiencia. cuando le tocó el turno al aikidoka, éste respondió: "me gusta hacer randori, porque me obliga a estar alerta y porque me permite notar mis falencias y lo lejos que estoy de realizar bien la técnica". acto seguido y una vez que hubieron intervenido todos los alumnos sin hakama (a esa altura los con hakama ya estaban en las duchas) sempai señaló que no era recomendable preocuparse demasiado de que la técnica "saliera", sino que simplemente había que contarse con hacerla, sin importar el cómo. sempai dijo además que la principal falencia que notó en todos los aprendices era el deficiente manejo que tenían del espacio.
a pesar de todo fue una práctica extenuante y exigente, en la que el aikidoka (que recibió varios fuertes pero involuntarios atemis por parte de un par de sus compañeros) sintió que volvía de nuevo al aikido después de sus placenteras (aunque cortas) vacaciones.
a la salida del dojo estaban esperando sus dolencias, que se abalanzaron sobre él a la primera oportunidad.