a pesar de lo espaciadas de sus intervenciones en este dojo virtual, el aikidoka sigue incansable su avance por el camino del budo. un camino que, por cierto, no ha estado exento de obstáculos. y con esto el aprendiz no se refiere al frío que ha asolado la ciudad (y que hace algo más difícil su presencia en el dojo cada mañana), ni tampoco al cansancio (que ha aumentado considerablemente desde que el aprendiz adoptó la bicicleta como medio de transporte urbano) sino más bien con un hecho puntual que ocurrió en la práctica vespertina de ayer.
la práctica la dirigió el sensei venido del norte, tal como ha sido la tónica desde que este sensei arribó al país para ofrecer el seminario de la semana pasada (al que, como recordará el amable lector, el aprendiz no asistió).
habían transcurrido muy pocos minutos de la práctica. sensei había mostrado una técnica muy abstracta, muy plástica y muy hermosa, por cierto, pero dando por supuestos varios factores que este humilde aprendiz no había comprendido del todo. y claro, en esto no hay problema alguno; el aikidoka tiene perfectamente claras sus limitaciones y comprende que está muy lejos de alcanzar un nivel aceptable (a pesar de su esfuerzo y de su constancia y de su permanente entusiasmo), sin embargo ocurrió lo siguiente: mientras todos estaban desarrollando esta técnica (que como ya fue dicho era muy abstracta, muy conceptual), sensei detuvo la práctica, pidió que nadie se moviera de su lugar y enfrente de todos sus compañeros, comenzó a corregirlo (no del mejor modo, a juicio de este humilde aprendiz), diciéndole que lo que estaba haciendo no era lo correcto. "no es eso lo que estamos haciendo, sino esto otro" dijo sensei mirando directamente al aikidoka quien sentía además las miradas de todos sus compañeros puestas sobre su cuerpo.
y claro, el aikidoka estaba haciendo ikkio (un ikkio muy amplio, como describiendo un gran arco con ambas manos), pero la técnica no era ikkio, sino algo similar (pero distinto) que consistía en extender la línea del cuerpo de uke de manera horizontal, nage alargando el brazo y luego bajando el centro de gravedad, casi sin utilizar la segunda mano de nage (cabe hacer notar que se estaba trabajando en suwari waza).
el incidente no evitó que el aikidoka continuara la práctica con el ahínco habitual, pero sí fue como una pequeña espina en su costado ¿por qué, se preguntará el amable lector? primero porque así como el aikidoka tiene claras sus limitaciones, también puede percibir las del resto de sus compañeros (muchos de ellos con menos tiempo de práctica que este aprendiz) y notó que él no era el único que estaba desarrollando mal la técnica, por lo tanto la reprimenda no debió haber recaído sólo sobre él. y en segundo lugar, porque el aikidoka considera que si sensei detectó que el aprendiz estaba desarrollando mal la técnica, debió haberse acercado a él y a su compañero y corregir lo que estaba mal hecho en forma directa y personalizada y no detener la práctica para hacerlo publico a todo la clase. definitivamente no había necesidad de ello.
durante el resto de la práctica, el aikidoka pudo ver con sus propios ojos cómo muchos de los practicantes realizaban mal las técnicas, pero ninguno de ellos fue corregido en público como ocurrió con el aprendiz.
la práctica continuó así, con esta pequeña herida simbólica en el costado, que se materializó con una herida real en el empeine debido al trabajo en suwari waza y a la fricción de los pies con el tatami a baja temperatura. pero la práctica (para bien o para mal) terminó antes de lo habitual, porque sensei dijo que como le quedaban pocos días en el país, quería aprovechar el tiempo e invitó a todos los presentes a beber una cerveza en el bar de la esquina.
todos festejaron la ocurrencia con risas y aplausos. el aikidoka, por cierto, no acudió a la invitación.