no hay nada más estimulante que calentar una gélida mañana (en la que el mercurio de los termómetros no superaba el cero), cuando ese calor viene desde adentro del cuerpo. y sobre todo cuando ese calor es generado por una práctica amplia, intensa, constante, en la que sensei casi no ha dado respiro.
fue seguramente debido al frío de esta mañana, que a la práctica asistieron sólo dos alumnos, quienes trabajaron en trío con sensei quien no dio pausa entre una técnica y otra.
al aikidoka le pareció en un comienzo que las técnicas propuestas por sensei (técnicas cuyo nombres el aikidoka desconoce, pero que le había tocado practicar con anterioridad) eran demasiado estáticas considerando que había que generar calor. pero no pasó demasiado antes de que el aikidoka se encontrara exhausto, sudando la gota gorda, atacando (con tsuki o katate dori), absorviendo, girando, proyectando, rodando (hacia adelante y hacia atrás). esfuerzo que se veía incrementado por el hecho de que el aikidoka convertía en ushiro ukemis las caídas de espaldas y se mantenía constantemente buscando las mae ukemi. una y otra vez, aprovechando la inmensidad del tatami, cuyo espacio era sólo para los tres.
han pasado muchas cosas en el dojo desde un tiempo a esta parte. se ha producido un cambio muy importante, que ha desencadenado otros como en un efecto dominó. cambios que redundan, entre otras cosas, en una notoria disminuicón de hakamas sobre el tatami.
ajeno a estos cambios (en los que no se profundizará en este momento), el aikidoka ha mantenido su constancia y su esfuerzo en la búsqueda.
muchas veces se ha sentido extraviado, muchas veces se ha sentido cansado, muchas veces se ha cuestionado, muchas veces ha dudado, muchas veces ha decaído, pero el aprendiz comprende que se trata de las atribulacionas propias que implican la opción de haber emprendido este camino.
y hasta ahora, a pesar de las tribulaciones y el cansancio, el aikidoka se mantiene en movimiento.